sábado, 12 de febrero de 2011

Unión

Cuando una película usa símbolos para dejar a los espectadores un discurso más penetrante e inteligente suelo disfrutarla.


En el caso de Wall-E, quiero referirme a dos principales símbolos: el de las manos que se unen, y el apoyo de las maquinas descompuestas, rezagadas, que dan su apoyo a los héroes de la trama.

Por hoy, escribiré sobre el primer símbolo.

La manos que se toman, las manos que se encuentran, las manos que se unen, que reconocen al otro y lo toman aprisionándolo suavemente entre sus dedos...
Obviamente no estoy hablando de robots, pero estás figuras no simbolizan únicamente el encuentro entre dos sujetos que viven sus identidades sexuadas. Simbolizan también la unión, el encuentro, la solidaridad, la suma de las fuerzas entre dos unidades; y ¿para qué? ¿Para qué mostrar este acto frente a los niños, o la familia de los niños espectadores?
Yo creo que lo hacen, no con el fin de narrar una historia vana de amor, como lo han hecho ya tantas veces (con un resultado poco ético) ¿cómo se atreverían a hablar sobre la aberrante noción de dos unidades regidas por comandos sintéticos que buscan desearse el uno al otro? Si quien puede vivir la enseñanza impartida en la historia son las conciencias orgánicas, receptivas de los infantes y adultos; una enseñanza donde no abarca plenamente el encuentro íntimo con el otro, sino el encuentro con el entorno de todos, ante este último punto, caben las manos: que no sólo encuentran a otro, también por medio de este encuentro se unen para un sentido superior a ellos. Estás manos no representan el encuentro casi sexual, porque hay piel, carne y sensaciones; esas manos representan la humanidad que puede unirse para accionar por un mundo mejor.


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